El avión, el chiflado y el maorí

Ese día volvía a Milán desde Berlín, donde vivía entonces.

Me asignaron el asiento del medio en la fila 3. ¡Odio estar en el medio! Soy alto, es el asiento menos cómodo y siempre es un infierno cuando la persona del asiento de la ventanilla quiere mear.

 

En fin, me acomodo en mi asiento y me fijo en un tipo de la primera fila, que parecía perfectamente normal, pero que no parecía querer sentarse. El embarque había terminado hacía rato, estábamos a punto de despegar y el tipo seguía sin querer sentarse, hasta que la azafata le pidió por última vez que lo hiciera.

Apenas habíamos estado en el aire, literalmente segundos, cuando el tipo se volvió hacia el compañero que tenía detrás y dijo:

"Bueno, entonces, ¿deberíamos estrellar este avión?"

Lo que dejó a los demás pasajeros bastante sorprendidos.

 

Entonces, con el cartel de cinturón de seguridad abrochado aún puesto, el tipo se levanta para ir al baño. Ni que decir tiene que todo el mundo en las primeras filas se ponía nervioso y se preguntaba qué demonios estaba haciendo ese tipo. Desde mi asiento, pude verle en el reflejo del espejo del retrete (no había cerrado del todo la puerta tras de sí), lo cual no era nada tranquilizador... El tipo estaba literalmente hablando solo en el espejo, parecía muy agitado y parecía estar intentando motivarse a sí mismo por algo. ¡Qué miedo!

Al cabo de unos instantes vuelve a su asiento. Mientras todos le observaban, el tipo parecía cada vez más agitado y no dejaba de mirar la puerta del avión. En este punto, estaba empezando a asustar a todo el mundo, lo cual debió de percibir, ya que su nivel de agitación aumentó claramente y empezó a insultar a todo el mundo mientras se movía por el pasillo del avión.

En este punto, era obvio que incluso el personal parecía abrumado por la situación, pero el piloto hizo una jugada bastante inteligente al anunciar por el micrófono que estábamos a punto de aterrizar en Milán, supongo que para calmar al tipo, aunque sólo llevábamos 15 minutos despegando. Pero desgraciadamente esta técnica no tuvo el efecto deseado, ¡ya que el friki no se calmó en absoluto!

Mientras caminaba por el pasillo, chocó con un tipo de una fila más atrás, al que procedió a insultar profusamente a modo de disculpa. El mero hecho de que el tipo se levantara fue un alivio. El tipo era una montaña. Probablemente de origen maorí, medía casi dos metros y pesaba al menos 150 kilos. ¡Más tarde me di cuenta de que ocupaba dos asientos él solo! Manteniendo la calma, el maorí se acercó a una azafata para entender la situación. ¡El tipo había estado dormido todo el tiempo y no se despertó hasta que el otro bicho raro le empujó!

Al mismo tiempo, la tensión aumentó aún más en el avión cuando el otro loco, que había vuelto a su asiento, empezó a intentar abrir las puertas del avión. Fue entonces cuando el maorí decidió manejar la situación a su manera. Se acercó tranquilamente al otro tipo y le dijo con la mayor de las calmas

"O te sientas o te hago sentar".

 

Por desgracia para nuestro idiota del día, en lugar de acatar la orden, decidió insultar de nuevo a los maoríes. Fue un paso demasiado lejos...

De hecho, nuestro héroe le agarró un lado de la cara con una mano y lo golpeó contra la parte superior de su asiento unas diez veces, ¡sin que el otro pudiera hacer nada! Mientras lo mantenía bajo control, pidió a las otras dos personas de la fila 1 que fueran a sentarse en los asientos que él ocupaba solo, sentó al otro tipo en su asiento, le abrochó el cinturón y se sentó a su lado, haciéndole entender como se hace con un niño pequeño, que le convenía no moverse. Evidentemente, la pequeña lección que había recibido unos segundos antes le había puesto las ideas en su sitio, ya que no volvimos a oírle durante el resto del vuelo. Al aterrizar, fue la policía italiana la que vino a sacar al recalcitrante del avión.

 

Siendo de Milán y viviendo en Berlín, hacía el viaje con regularidad. ¡Tengo que admitir que este viaje fue con diferencia el más rápido!

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