Muy bien, Lucky Bastards, abróchense los cinturones porque estamos a punto de sumergirnos en la vida de André Brugiroux, un hombre que no sólo viajó por el mundo, sino que lo devoró con un espíritu tan audaz que avergüenza a la mayoría de los viajeros y hace que los viajes en autocaravana de tu tío loco parezcan un perezoso paseo dominical. Con más de 60 años de aventuras que abarcan 400.000 kilómetros, todos los países y territorios del planeta y todos los retos imaginables, la historia de André es para recordar. He aquí cómo este increíble trotamundos convirtió el mundo en su patio de recreo.
Este tipo nació en Villeneuve-Saint-Georges, Francia, en 1937, en plena II Guerra Mundial. Este periodo seguramente le marcó hasta el punto de querer comprobar si la paz entre los pueblos no era sólo un mito. De todos modos, el viejo André ha hecho sus pinitos. En 2008, incluso le coronaron "el mayor viajero vivo de la Tierra".
Chico problemático, futuro trotamundos
El joven André no era de los que se quedan quietos. Creció en Brunoy, Francia. Su padre trabajaba en la SNCF y su madre era contable. Pero fue ella quien le metió el gusanillo de los viajes, contándole sus propias historias y apuntándole a los scouts. Su apodo, "comadreja parlanchina,” (“fouine babillarde") ya dice mucho del tipo: astuto y siempre dispuesto a poner el mundo patas arriba. Tras graduarse en la École Hôtelière de París a los 17 años, André tomó una decisión audaz: dejar atrás su vida previsible y explorar el mundo. Guerra, scouts, escuela de hostelería... un cóctel perfecto para un futuro aventurero.
Dieciocho años de autostop: Un dólar al día, 135 países en el reloj
Su primer viaje fue otra cosa: 18 años en la carretera, sin volver a casa ni una sola vez. De 1955 a 1973, el tipo recorrió 400.000 kilómetros haciendo autostop, atravesando 135 países de todos los continentes con un presupuesto diario de... un dólar. Sí, has oído bien. Salió de Francia a los 17 años, con 10 francos en el bolsillo. Para comer y hacerse entender, injertó durante siete años en Europa, aprendiendo inglés, español, alemán e italiano. Hizo todo tipo de trabajos: telefonista, cocinero, camarero, sepulturero, recepcionista o limpiabotas en Italia. Su servicio militar en el Congo, entre sus estancias en España y Alemania, le permitió saborear África y conocer Dr. Schweitzer en Gabón. Después de ahorrar suficientes chelines para tres años (1965 - 1967) trabajando como traductor en Toronto (Canadá), por fin cumplió su sueño: seis años viajando por el mundo sin trabajar, basándose únicamente en el autostop (en avión, barco y velero). Con un dólar al día, no podía esperar ninguna comida lujosa. Mercados, comida callejera, arreglárselas a cada paso. Imagínatelo: André recorriendo continentes en autostop, evitando hoteles, restaurantes y taxis como la peste. Eso sí que es viajar con poco dinero. Imagínate un presupuesto de un dólar al día para comida, transporte y alojamiento mientras cruzas continentes. André lo hizo realidad. Aprendió a desenvolverse en el arte del autostop en todas las situaciones imaginables, ya fuera haciendo señas a camiones desvencijados en África, viajando de polizón en barcos de carga o convenciendo a los lugareños para que le ofrecieran comida. Su ingenio era legendario, y sus historias sobre cómo conseguía un dólar en lugares como la India o Sudamérica son a partes iguales divertidas e inspiradoras. Y, como probablemente sepa, ¡ahí es donde se produce la magia! Desde las tierras salvajes de Canadá hasta un Oriente Próximo devastado por la guerra, su viaje le llevó a algunos de los rincones más remotos del planeta.
¿El resultado? Un tesoro de historias disparatadas que hacen que tus percances de viaje más locos parezcan mansos. ¿Algunos ejemplos? Siete veces en la cárcel, algunos casos muy cercanos, deportaciones, robos... Pero también experimentó cosas increíbles: vivir con Schweitzer, los hippies de San Francisco, los cazadores de cabezas de Borneo, los monjes budistas de Bangkok, estudiar yoga en la India, trabajar en un kibbutz en Israel, descubrir el comercio de piedras preciosas en Ceilán, visitar campos de refugiados en Camboya. Esta aventura de 18 años fue algo más que una hazaña física; fue una inmersión profunda en multitud de culturas y formas de vida, mostrando su notable adaptabilidad y tenacidad. El presupuesto de un dólar al día, lejos de ser un obstáculo insalvable, le obligó a interactuar estrechamente con los lugareños, fomentando una auténtica comprensión de su vida cotidiana. A pesar de los peligros a los que se enfrentó, la amabilidad que encontró a lo largo de su viaje contribuyó sin duda a forjar su visión optimista de la humanidad. Este contraste entre las penurias sufridas y la generosidad mostrada es un tema recurrente en las historias de aventuras y añade fuerza narrativa a su relato.
"La Tierra no es más que un país": Su lema, nuestro credo
Durante sus viajes, André abrazó profundamente este dicho de Baháʼu'lláh en el siglo XIX:
La tierra no es más que un país, y la humanidad sus ciudadanos.
Se convirtió en el título de su primer libro y del documental sobre su increíble viaje. Para él, las fronteras son basura, líneas imaginarias que no deberían existir cuando se trata de la fraternidad universal. Esta experiencia le marcó tanto que decidió unirse a la Fe Baháʼí. Su libro y su filosofía central son un poco como nuestra biblia, nosotros los viajeros que pensamos que el mundo es más grande que nuestros pasaportes.
Después de la primera ronda: Siempre más lejos, siempre más descubrimientos
Después de 1973, André no colgó la mochila. Siguió explorando los países que se había perdido y compartiendo el mensaje de la Fe bahá'í. Durante 30 años, pasó de seis a ocho meses al año en el extranjero, entre conferencias y nuevas aventuras. También recorrió Francia. En 1984 se casó con Rinia Van Kanten, una socióloga de Surinam que conoció en Cayena. Tuvieron una hija, Natascha. En 2005, al ver osos polares en Canadá, consideró que su sueño se había hecho realidad: había visitado todos los países y territorios del mundo. Su sitio web enumera 251, visitadas entre 1943 y 2011. Pero la sed de aventuras no desaparece así como así. Siguió viajando. En 2007, celebró su 70 cumpleaños en la isla de Socotra, en Yemen, con otros aventureros. En 2008, vivió una experiencia loca en Arabia Saudí, el último reino prohibido. En 2009, descendió el río Lena y recorrió la Ruta de los Huesos, en Siberia. En 2011, visitó el país más joven del mundo: Sudán del Sur. En 2013, llegó a Tristán da Cunha, la isla más aislada del globo. En 2015 y 2016, siguió confirmándose como el "mayor viajero vivo de la Tierra." En 2021, NomadMania le concedió un premio por toda una vida de viajes. En 2023, su ciudad natal le rindió homenaje por sus logros. Su primer viaje de 18 años fue sólo el principio. Sus siguientes viajes demuestran una pasión inextinguible por la exploración. Declaró oficialmente el final de su vida de exploración justo antes de que la pandemia COVID-19 paralizara los viajes por todo el mundo, lo que demuestra su impecable sentido de la oportunidad. No es sólo el número de países que visitó (¡todos y cada uno!) lo que hace que los viajes de André Brugiroux sean tan increíbles, sino la forma en que los abordó. El objetivo de André no era simplemente tachar lugares de una lista; quería sumergirse en la experiencia humana. Creía en conectar con la gente, comprender sus historias y encontrar la belleza en los lugares más inesperados.
Algunas de las locas historias de viajes de André: Las aventuras más salvajes
Las aventuras de André parecen las de una superproducción de acción. He aquí algunas de sus escapadas más increíbles:
- Una bayoneta entre los ojos en Afganistán: La habilidad de André para desenvolverse en situaciones tensas se puso a prueba cuando un soldado le apuntó con una bayoneta. Su actitud tranquila y su rapidez mental le ayudaron a salir ileso.
- Siete veces encarcelado: Desde malentendidos hasta paranoia política, André se enfrentó a múltiples encarcelamientos durante sus viajes. En la época de la Guerra Fría, ser un viajero en solitario solía levantar sospechas, sobre todo en regiones políticamente tensas. En una ocasión, André fue acusado de espionaje en un país sin nombre y encarcelado. A pesar del miedo y la incertidumbre, utilizó su encanto, ingenio y habilidades lingüísticas para comunicarse con sus captores, ganándose su confianza y consiguiendo su liberación. Eso sí que es darle la vuelta a la tortilla.
- Sobrevivir a la disentería en Pakistán: Viajar con recursos mínimos significa ser vulnerable a las enfermedades, y André no se salvó. En Pakistán contrajo disentería y se enfrentó a una dura prueba que le hizo perder 12 kilos y casi le cuesta la vida. Sin dinero para un hospital adecuado y con suministros limitados, confió en la amabilidad de extraños y en su propia fuerza de voluntad para salir adelante. Esta experiencia cercana a la muerte no hizo sino reforzar su determinación para continuar su viaje.
- Enfrentados a animales salvajes: Desde ser embestido por una manada de búfalos en el Congo hasta escapar por los pelos de las hienas en la India, los roces de André con la naturaleza fueron tan emocionantes como aterradores.
- Atrapados en el conflicto de los Jemeres Rojos: Mientras viajaba por Camboya, André evitó por los pelos convertirse en un daño colateral escondiéndose en una escuela. Su supervivencia en circunstancias tan terribles es casi milagrosa.
- Vivir entre los cazadores de cabezas de Borneo: Una de las escapadas más extravagantes de André tuvo lugar en las densas selvas tropicales de Borneo. Allí se encontró con una remota tribu de cazadores de cabezas, cuyas tradiciones culturales eran tan fascinantes como intimidantes. A diferencia de la mayoría de los visitantes, André no se dejó intimidar por el miedo, sino que aprovechó la oportunidad para aprender sus costumbres y compartir historias, tendiendo puentes entre mundos muy diferentes, sumergiéndose en su cultura y ganándose su confianza. Lo que para la mayoría sería aterrador, André lo vio como una oportunidad de aprender y conectar. Es un testimonio de su valentía y de su habilidad para hacer amigos en cualquier lugar.
Un Mensajero de la Fe Baháʼí en todos los caminos
Tras su primer viaje alrededor del mundo, André se unió a la Fe Baháʼí. Desde entonces, ha dedicado su vida a compartir los principios de esta religión. Sus viajes posteriores a 1973 fueron una oportunidad para difundir el plan administrativo global del mensaje baháʼí. Su libro "El prisionero de San Juan de Acre" es una introducción a esta fe. Se ve a sí mismo como un "misionero". Está convencido de que los escritos baháʼí ofrecen las mejores respuestas a las necesidades del mundo actual. Sus viajes se describen como un "apostolado pacifista". La Fe baháʼí es la fuerza motriz de sus continuos viajes y de su obra literaria, dando un contexto espiritual a su visión global.
Sus libros: Crónicas de aventuras y espiritualidad
André Brugiroux ha escrito bastantes libros para relatar sus aventuras y compartir su visión del mundo.
- La Tierra es sólo un país / La terre n'est qu'un seul pays (1975, 2006, 2017): La historia de su viaje de 400.000 km en autostop y su comprensión de la unidad del mundo.
- La carretera / La ruta y sus caminos / La Route (1978, 1986): Revela los secretos y trucos de la carretera y el lado humano de la aventura.
- El prisionero de Saint-Jean-d'Acre / El carcelero de San Juan de Acre (1982, 1984, 1989, 2006): Una introducción a la Fe Baháʼí a través de su búsqueda espiritual. Premio Saint-Exupéry 1983.
- Los caminos de la paz / Los caminos de la paz (1990, 2009): Relata la gran aventura de los años 60 y los senderos de Katmandú, explorando sueños de paz, amor y justicia.
- Cuaderno de un profesor viajero / Bloc notes d'un enseignant itinérant (2002): Reflexiones sobre sus experiencias difundiendo la Fe Baháʼí.
- Una vida en la carretera / Una vida en la ruta (2006): Detalla sus viajes tras su primera vuelta al mundo y su sueño de visitar todos los países. Contado desde el punto de vista de su mochila.
- El hombre que quería ver todos los países del mundo / El hombre que quería ver todos los países del mundo (2014, 2017, 2018): La historia de su sueño de toda la vida y sus aventuras, destacando la bondad humana.
- El mundo es mi país / El mundo es mi país (2016): Traza su vida aventurera, su viaje interior y su dimensión espiritual.
- Victor Hugo y la nueva era / Victor Hugo y la nueva era (2019): Explora el vínculo entre las ideas humanistas de Víctor Hugo y la Revelación baháʼí.
- Mis viajes con André Brugiroux / Viajes con André Brugiroux (por Tahar Slimani) (2021): Relato de un amigo que viajó con André Brugiroux.
También realizó un documental titulado La tierra no es más que un país / La Terre n'est qu'un seul paysque narra su primer viaje alrededor del mundo. Sus libros son tanto relatos de sus extraordinarias aventuras como formas de compartir sus convicciones filosóficas y espirituales, especialmente las relacionadas con la Fe bahá'í.
El legado de un incansable trotamundos: Inspiración para las generaciones futuras
El extraordinario logro de André Brugiroux de visitar todos los países y territorios del mundo es testimonio de su determinación y sed de descubrimiento. Su filosofía fundamental, "La Tierra no es más que un país", resuena como una llamada a trascender las fronteras y reconocer nuestra humanidad común. Su compromiso con la promoción de la paz y el entendimiento a través de sus viajes y su participación en la Fe Bahá'í es una fuente de inspiración. Su ingenio, curiosidad e incesante búsqueda del conocimiento hacen de él una figura extraordinaria. La historia de su vida es un poderoso ejemplo de cómo la curiosidad, la perseverancia y la creencia en un principio unificador pueden conducir a logros excepcionales y tener un profundo impacto en el mundo. Anima a otros a mirar más allá de las fronteras y conectar con la humanidad a un nivel más profundo. Su viaje nos recuerda que explorar el mundo exterior puede ser también un enriquecedor viaje interior que nos lleve a una comprensión más profunda de nosotros mismos y de los demás.
Una llamada a la aventura
La vida de André Brugiroux es la prueba de que las historias más increíbles surgen de lo inesperado. Sus aventuras nos recuerdan que el mundo está lleno de maravillas y que los momentos más locos suelen convertirse en los mejores recuerdos.
¿Cuál es su anécdota de viaje más loca? ¿Sobreviviste a un encuentro salvaje, conociste a alguien que te cambió la vida o acabaste en una situación tan extraña que parece de película? Compártela con nosotros y mantén vivo el espíritu aventurero.