La noche es dulce en Acapulco.
Pero es temporada baja, los lugares turísticos y la playa están bastante vacíos.
A la una de la madrugada, después de haber ido de bar en bar, decidimos pasar el resto de la noche en la playa. Somos 3 chicas, 3 chicos, decidimos disfrutar plenamente de esta hermosa noche.
Pero aquí está, la playa pertenece a José, ''nos dice'', y tenemos que pagarle si queremos quedarnos. Obviamente borracho, José es pequeño, gordo, tiene un mal bigote y un mechón de pelo rizado. Lleva unos vaqueros sucios y agujereados que dejan ver sus pies descalzos y mugrientos, una camiseta de tirantes demasiado grande, polvorienta y muy estrecha, cuyo color blanco original se ha vuelto marrón grisáceo con el tiempo.
"La plata o el plomo". Como un soldado del cártel de Medellín, José nos explica tranquilamente que nos matará si nos negamos a pagarle, al tiempo que revela la pistola que esconde bajo sus vaqueros.
Afortunadamente, Christian, un franco-mexicano que forma parte del grupo, percibe perfectamente el galimatías amenazador que José intenta de alguna manera hacernos entender. Afortunadamente también, Christian pasó un fin de semana en Acapulco tres semanas antes y, afortunadamente aún, había decidido alquilar allí una moto acuática.
Digo afortunadamente porque Christian reconoció en José al tipo que se lo había alquilado 3 semanas antes. ¡Has acertado! ¡Nuestro amigo alquila motos de agua a los turistas durante el día y les roba por la noche!
Mientras se enfrenta a José en estado de embriaguez, Christian tiene una idea genial. Le ofrece bajar el arma y unirse a nosotros para compartir la bebida. Buen trato, ¿verdad?
Lo creas o no, ¡¡¡probablemente es lo que Jose juzgó ya que aceptó la oferta!!!